Cantinflas, el torero de la cotidianeidad
Cantinflas es el pueblo mexicano, lo dijo él en una entrevista televisada pero lo dicen también su medio centenar de películas en las cuales interpreta, variaciones más, variaciones menos, a ese pueblo que dice representar y representa. Es el cómico más grande que ha producido México y es el más aclamado de esta parte del continente. Sus películas coronan lo que se conoció como el ciclo de oro mexicano y su estilo tan particular se esparció a través del celuloide por toda Latinoamérica.
Sus personajes son todos los mismos con pequeñas variaciones de por medio. Ha sido, según sea el film, bombero, cura de pueblo, torero y policía pero el denominador común se halla anclado en esa manera tan enrevesada de hablar la misma que ha dado origen a un nuevo verbo registrado en el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española: “cantinflear” como sinónimo de hablar de forma disparatada e incongruente y sin decir nada.
Pero cantinflear es para el pueblo mexicano mucho más que un mero verbo, cantinflear es una estrategia de supervivencia, una manera ingeniosa de batirse contra el poder y salir airoso, de afrontar las durezas que trae la cotidianeidad y de escapar por una esquina del cuadrilátero cuando el contrincante, más poderoso y más fornido, está a punto de aplastarnos la cara con un puñetazo.
Por eso, Cantinflas cala en lo más hondo de la mexicanidad, es el héroe al que las masas aplauden, el hombre de pueblo que, a través de la magia del humor, logra vencer la opresión del poder, reivindicar esa costumbre tan pueblerina que es la solidaridad y logra incluso enamorar a la bonita del barrio haciendo uso de esa su verborrea que no dice nada pero confunde o seduce según sea la necesidad.
Las películas de Cantinflas se instalan en un México en plena transición hacia la modernidad y es así que este personaje representa bien a un pueblo mexicano analfabeto en su gran mayoría, sumergido en ese caos mental, emocional y lingüístico que se produce al no ser ni del campo ni de la ciudad.
Con sus pantalones raídos, su aspecto descuidado, la camisa arrugada y pantalones siempre a punto de caer Cantinflas es la caricatura del proletario mexicano pero es también un guiño al migrante y al obrero de casi cualquier urbe latinoamericana cuya estructura, social y política se asimila, matices más, matices menos, a la caótica realidad mexicana. Cantinflas es el genio de la dislexia, es el iletrado que toma control del lenguaje como puede y es la radiografía viva de un país. En palabras de Gregorio Luke, director ejecutivo del Museo de Arte Latinoamericano, "entender a Cantinflas es entender lo que ha pasado en México en todo el siglo pasado."
Datos biográficos
Fortino Mario Alfonso Moreno Reyes, ese es el nombre de nuestro héroe popular, nació en ciudad de México en agosto de 1911. Como el pueblo, es hijo de la pobreza y fue el sexto de un total de 14 hermanos de los cuales 4 murieron por problemas en el parto, según se sabe.
Fuimos 14, recuerda el en una entrevista televisada. No nos faltaba nada responde con cierto orgullo al periodista que le ha pedido hablar sobre su pasado, eso si tampoco nos sobraba, añade después con ese humor que es tan suyo.
Antes de comenzar su vida profesional en el mundo de la actuación, fue un poco de todo: lustrabotas, cartero, taxista, mesero, boxeador de peso mosca, torero cómico, cantante de tangos y bailarín.
En 1930, ya se presenta en diversos circuitos de carpas ambulantes en la Ciudad de México y su prestigio va creciendo de poco a poco y son prueba de ello las invitaciones que recibe para hacer sus números en carpas cada vez más prestigiosas.
La fama, sin embargo, le llego recién en 1937 cuando, después de haber participado en algunas cintas publicitarias, grabó la cinta Cara y cruz (1937) la misma que lo catapultó al éxito cuando tenía 26 años de edad.
Su filmografía es extensa y está compuesta por casi medio centenar de películas. Entre sus títulos más destacados se encuentran “Ahí está el detalle” (1940), “El bolero de Raquel” (1956), El padrecito (1965) y otras tantas que fueron éxito de taquilla no solo en México sino en toda América Latina e incluso España. Su última película, El barrendero, fue rodada en 1982.
A pesar de que algunas de sus películas fueron dobladas al inglés y al francés, y que su trabajo fue bien recibido entre el público de Francia, los juegos de palabras tan particulares en español resultaban difíciles de traducir y es así que su talento quedo confinado por las fronteras de la lengua.
En Estados Unidos, no obstante, fue homenajeado con una estrella en el Paseo de la Fama de Hollywood y recibió dos nominaciones al premio Globo de Oro como mejor actor además de reconocimiento a sus logros de parte de la Academia Mexicana de Artes y Ciencias Cinematográficas.
Tuvo en vida una sensibilidad que la fama no borró. Construyó la casa del actor, sostuvo un hospital de niños e hizo diversas y generosas contribuciones a múltiples causas y proyectos sociales.
En sus intervenciones públicas destacó siempre un mensaje social y humano que abogaba, en sus propias palabras, por un mundo “menos redondo pero más humano y más justo”.
Murió a causa de un cáncer de pulmón el 20 de abril de 1993. Miles de personas se reunieron en un día lluvioso para su funeral y esa despedida se constituyó en un evento nacional que duró tres días. El humor dejó a los mexicanos pero fue bueno mientras duró, fue tan bueno, dicen algunos, que por un momento la comicidad dejo de ser un chiste vacío y se convirtió en algo más serio y fiel a la realidad que una noticia.