Pedro Infante, la voz que no ha muerto
Pedro Infante ocupa un lugar privilegiado en la galería de los mexicanos más célebres de todos los tiempos. Muerto en un accidente de aviación a los 40 años de edad, su corta vida no le impidió brillar en escenarios diversos. Interpretó como cantante más de 300 canciones y participó como actor principal en más de 60 películas muchas de las cuales han sido éxito de taquilla no solo en México sino también en casi toda la América Latina. Muchos son los que lloraron su temprana muerte y su recuerdo sigue vivo en el corazón y la memoria de miles de seguidores que aseguran que no han vuelto a encontrar en un solo hombre esa combinación de humildad, simpatía, carisma y voz.
Esbozos de niñez
Pedro Infante fue cantante, actor, aviador, carpintero, peluquero y gimnasta pero sobre todo, fue un hombre de pueblo que, ni siquiera en sus días de gloria, se alejo de la humildad de sus orígenes. Sus entrevistas radiales están lejos de reflejar la petulancia de la gran estrella y sus declaraciones se hallan más bien plagadas de agradecimientos a su público que es, según el, el artífice de toda su fama.
Nacido en Mazatlan, Sinaloa, en 1957, Pedro Infante se posesionó como uno de los actores más renombrados del llamado siglo de oro mexicano y como una de las voces más queridas para el pueblo mexicano.
Pedro Infante proviene de una familia modesta. Cuarto hijo de un total de 15, tuvo que dejar pronto la escuela para dedicarse a algún oficio con el cual pudiera apuntalar la economía familiar. El eligió la carpintería, un oficio que amaba y del que sentía auténtico orgullo. "Era el oficio de Cristo" solía decir cuando hablaba al respecto.
El cantante
Delfino Infante, el padre de Pedro, fue maestro de música y ejecutante de instrumentos varios y fue quien introdujo a su hijo el amor por la música popular mexicana.
Desde sus primeros años, Pedro compartió su afición artística con sus trabajos de carpintería. Su ascenso fue lento pero seguro. A los 16 años formó “La Rabia”, su primera agrupación musical la misma que se hizo pronto conocida en Sinaloa. Rápidamente el escenario se le hizo chico y Pedro Infante se traslado a ciudad de México donde se presentó en diferentes centros y espacios culturales. En 1939 cantó por primera vez en una emisora local y, años más tarde, en 1943 grabó “El soldado raso”, su primer intento por acercarse al gran público.
Conocido por ser un verdadero cultor de las rancheras, Pedro Infante llegó a grabar más de 300 canciones en este género. Muchas de ellas suenan aún hoy inmortalizadas por su voz. Tal es el caso de “Amorcito corazón”, “Bésame mucho”, “Dicen que soy mujeriego”, “Te quiero así”, “Cien años” y “La que se fue”.
La música fue para Pedro Infante puerta de entrada al cine. Contratado en la película “La feria de las flores” (1943) con el fin de reforzar la voz del protagonista, su naturalidad al actuar lo catapultó a la fama hasta convertirlo en uno de los galanes y cantantes más renombrados del cine mexicano. En sus papeles encarna el imaginario del hombre mexicano: valiente, humilde, diestro en el manejo del caballo, varonil, mujeriego y bueno para las pistolas y los puños.
Pedro Infante y el ciclo de oro mexicano
La Segunda Guerra Mundial fue tierra fértil para el desarrollo de la industria cinematográfica en México. Europa y Estados Unidos utilizaron sus pocos recursos en este ámbito para realizar propaganda política a través de sus películas de guerra. Ello hizo posible que el cine mexicano, con temáticas mucho más variadas, se consolidara y expandiera no solo en México sino a toda América Latina.
Actores, directores, músicos y artistas en general tuvieron la oportunidad de desarrollarse en el marco de este contexto histórico. El Cine mexicano en esta época imitó el Star System que imperaba en Hollywood y Pedro Infante llegó a ser una de las estrelladas mimadas del cine mexicano.
Protagonizó como actor más de 60 películas entre 1939 y 1957. Muchas de sus películas más exitosas fueron dirigidas por Ismael Rodríguez Ruelas, cineasta mexicano de notable trayectoria quien dirigió a actores de la talla de Dolores del Río, María Félix, John Carradine, Basil Rathbone e incluso a Toshirō Mifune, el actor fetiche del director japonés Akira Kurosawa.
Bajo la conducción de Ismael Rodríguez, Infante se convirtió en un actor de popularidad excepcional entre un gran público nacional que adoraba el melodrama. Pedro Infante fue un verdadero icono de identificación para la enorme masa de migrantes campesinos que formaron las nuevas clases obreras urbanas. Como ejemplo de la dicho, baste citar su exitosa trilogía : “Nosotros los pobres” (1947), “Ustedes los ricos” (1948) y “Pepe El Toro” (1952).
Pedro Infante no ha muerto
Muchas historias se han tejido a propósito de la muerte de Pedro Infante. Quizás la más llamativa de todas ellas, sea aquella que afirma que Pedro Infante no ha muerto y que la esclava de oro con su nombre encontrada en la muñeca del hombre que se estrello con el Consolidated B-24 Liberator de la empresa TAMSA, hubiera sido un regalo a un conocido suyo como agradecimiento por un desconocido favor.
Hay quienes dicen que ese favor podría haber sido justamente el haberle salvado la vida haciéndose para por él para permitirle escapar de los matones del Presidente Ruiz Cortines (presidente de México entre 1952 y 1958) quien lo habría mandado a ajusticiar a causa de un asunto de faldas.
Otras versiones afirman que lo de la muerte en el accidente aéreo fue un invento para ocultar la golpiza a la que fue sometido por los matones del mencionado presidente. “A Pedro Infante nunca le llegaron las noticias de su muerte: estaba aturdido y ya jamás recordaría quién era luego de la golpiza que le mandó poner aquel presidente cornudo”, afirma uno de esos escritos que alimenta esta y otras historias tejidas en torno a su deceso.
Más allá, sin embargo, de todas las especulaciones sobre la muerte del actor y cantante mexicano, lo único seguro es que Pedro Infante vive aún y con fuerza en el corazón de sus miles de fanáticos y admiradores que se reúnen año tras año a recordarlo.
Entre los miles de asistentes hay amigos, fanáticos, personas que se visten como algunos de los personajes que caracterizó, guardias de honor y, por supuesto, mariachis, esos músicos populares tan mexicanos que interpretan las canciones que hiciera famosas este ídolo de la canción.
También en el sitio en el que murió, en una carretera cercana al aeropuerto de Mérida, cada 15 de abril se organiza un desayuno tradicional, una carrera atlética y un festival que recuerda la partida del ídolo el día aquél en que se vendieron más de medio millón de periódicos vespertinos que anunciaban su muerte. Un hecho insólito para un México que contaba entonces con un índice de analfabetismo muy grande.